Recuerdo que fue una comida tardía después del desfile aéreo del Día de las Fuerzas Armadas. Se terminó hablando, cómo no, de aviones, como si antes de la sobremesa se hablase de otra cosa que no tuviese relación con ellos. Que "no es que no nos importe que tu suegra esté mala, pero hombre, dinos ya cómo fue aquello de los F-16 belgas". En fín, que transcurría con normalidad la sobremesa, tras la segunda ronda de cafés, cuando el General le preguntó al Patrón, "¿te acuerdas Paco?, ¡qué poco faltó para liarla!". El Jefe puso los ojos en blanco y todos volvimos la mirada, curiosos, hacia él.
"Estaba finalizando en la Base Aérea de Torrejón el briefing para el Grupo de Reactores que más tarde participaría en el Desfile. El grupo estaba formado por siete modelos diferentes de aviones, cada uno con el indicativo de llamada propio de la Unidad a la que pertenecía. El Jefe que impartía el briefing, un aviador de indiscutible valía y contundente personalidad, arbitraba en ese momento el procedimiento para la toma en Torrejón posterior al desfile, cuando en una insospechada decisión suya optó porque en el momento de ir a tomar tierra, los indicativos a emplear no fueran los propios de las Unidades, sino uno de los siete colores del arcoíris que al ser ordenados empezando por el rojo y terminando por el violeta, el adjudicado a cada formación indicaría el turno correspondiente para la toma, dando a la torre y a todo el grupo en general, la secuencia para efectuar la rotura y el aterrizaje.
Nadie se atrevió a confesar en aquel momento las dudas sobre el orden en que los colores iban situados en el arcoíris, e incluso de los que lo componían. Se asignó cada color a cada formación, y después de prometer un "paquete" para quien tuviera la desventurada idea de sacar paracaídas en pista, el Jefe levantó la sesión.
La visibilidad ese día era mala, con el techo de nubes relativamente bajo, pero a pesar de ello el desfile transcurrió sin grandes novedades. Y llegó la recuperación en Torrejón.
El orden del arcoíris ya se había alterado porque los Mirage III habían tomado los primeros al no poder dar su segunda pasada por causas ajenas al caso, y uno de ellos tuvo que tomar en emergencia la barrera de pista dejándola ocupada e inoperativa para el resto de los aviones. Además, un inoportuno cumulonimbus se acercaba a Torrejón, la visibilidad se hacía menor y empezaba a llover.
Recortando lo posible, tomaron tierra los Saetas y los T-33. Los F-86 optaron por irse a Zaragoza pues su combustible se lo permitía, pero en el aire quedaban todavía cuatro rombos de F-104 y F-5A/B con cerca de setenta (70) aviones si contamos las reservas.
Al llegar a la rotura los F-104, el cúmulo estaba ya en inicial, por lo que tuvieron que prolongar el viento en cola. Cuando los primeros F-5 rompieron, el cúmulo ya estaba descargando toda su furia sobre la pista, que era ya más un río que otra cosa. La torre recibía la secuencia de rotura y de tren asegurado de "azules", o "violetas", pero... ¿no era al revés?...., "violetas" y después "azules". ¡Vete a saber!. El controlador cada vez veía menos y los pilotos en sus pequeñas cabinas no digamos.
La primera patrulla de F-5 cerró su rotura, los intervalos eran inferiores a lo normal porque no había que perder al de delante, pero al llegar a final, como por arte de magia aparecieron algunos F-104 entre los F-5 y así llegaron para toma final un "azul" y un "violeta", "un violeta" y un "azul", o al revés...., ¿quién lo puede asegurar?.
En el aire, la velocidad de aproximación de ambos aviones es sensiblemente la misma, pero en el momento de poner las ruedas en aquel río embravecido, los frenos del F-104 demuestran que por algo este avión vale cuatro veces más y su anti-skid funciona, mientras que los F-5 derrapan, se ponen de costado, se agarrotan sus discos y se echan encima de los 104.
El número dos de los F-5 ve como su jefe, al frenar para no comerse a su F-104, se pone de costado y se desliza, por lo que decide no tocar los frenos. Le pasa..., se acerca al F-104 que le precede. El capitán en el asiento de atrás le dice: "mi comandante ¿cuándo esperas sacar el paracaídas de frenado?..... " "Cuando el pitot le entre por la tobera al 104", contesta. Y así fue. Afortunadamente el paracaídas salió, se abrió y frenó al F-5.
Paquete, paquete, paquete.... ¡a la mierda el paquete!, pensaron los que venían detrás, y un rosario de paracaídas floreció por toda la pista.
Ruedas agarrotadas, aviones fuera de la pista y la torre anunciando a los que todavía están en el aire que: "cuidado con los paracaídas abandonados en la pista y con el avión siniestrado en el borde". Los pilotos terminaron perdonando al controlador la forma de definir un avión intacto pero con cubiertas reventadas en el lateral de la pista, que era el Mirage III que había tomado la barrera, por ponerles el corazón en un puño a todos los que estaban en la frecuencia.
Ya en el aparcamiento y pasado el cumulonimbus, todos los que no lo sabían, pudieron por fín enterarse viéndolo esplendoroso en el horizonte y al natural, cuales eran los siete colores del arcoíris. Aquel día la Virgen de Loreto hizo horas extraordinarias"
Estos calvorotas cuentan sin duda unas historias entrañables, pensamos todos, y pasamos al siguiente café y a la siguiente historia, que como la mayoría, seguro que jamás ocurrió.
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